La complicada infancia y juventud de
Ernst,que vivió varios años con su padre
separado de sus hermanos a los que se había llevado su madre después del
divorcio, osciló entre el entusiasmo por la música de jazz (tuvo varios
conjuntos), y la programada dedicación a la medicina que exigía su madre.Después de un año estudiando psicología,
donde empezó a preocuparse con la pseudociencia al ver las peculiares teorías
que defendían algunos de sus profesores, ingresó en la facultad de medicina
donde se licenció con 30 años cumplidos. Su primer trabajo, en un tiempo en que
abundaban los médicos en Alemania y eran escasos los empleos, fue en el Hospital
Homeopático de Munich que trataba en sus 100 camas a pacientes crónicos con
métodos homeopáticos y otras técnicas como la medicina herbal, la auto-hipnosis,
o las sanguijuelas. Ernst, comprobó que a veces, las cosas funcionaban con esos
tratamientos y pidió a su jefe que le explicara cual era a su juicio la causa
de esos buenos resultados. Su jefe le dijo: Principalmente
se debe al hecho de que retiramos todas las medicaciones inútiles que los
pacientes estaban tomando…y nunca olvide el increíble poder del placebo…Su
jefe no parecía atribuir ninguna eficacia a las diluciones homeopáticas ni a
otros procedimientos por lo que Ernst no sabía si era un herético o un cínico.
A los seis meses dejó el Homeopático.
En un viaje a Londres había conocido a una mujer de la que enamoró por lo que hizo
las maletas y se fue a vivir con ella. Trabajó unos meses en un psiquiátrico
inglés donde las condiciones no eran muy distintas a los de los de España de la
misma época que abandonó en cuanto pudo para dedicarse a la investigación al
conseguir un puesto en el laboratorio del St
Georges Hospital de Londres que investigaba la reología de la sangre para
lo que tenía buenas acreditaciones pues había dedicado su Tesis Doctoral a la
coagulación sanguínea. En el laboratorio del St Georges adquirió la metodología
de investigación, publicó numerosos trabajos y participó en reuniones internacionales.
Dos años después, aceptó una plaza en un hospital de Munich donde esperaba
combinar la investigación con el trabajo clínico en pacientes con trastornos
circulatorios. La experiencia no fue satisfactoria debido a la ingente
burocracia que le restaba tiempo para sus investigaciones y a sus conflictivas
relaciones con el semanario médico Müncher
Medizinische Wochenschriff con el que venía colaborando desde años atrás.
Ernst, descubrió que el semanario no se había limitado a ser un observador
neutral en el tiempo nazi sino que había publicado experimentos con prisioneros
de los campos de concentración y se negaba ahora a reconocer aquellos hechos
por lo que rompió su relación con el semanario y se trasladó a un hospital de
Hannover no sin antes haber publicado uno de sus primeros trabajos sobre
Naturopatía que le valió un premio. Su siguiente destino fue la cátedra de
Rehabilitación que se había inaugurado en la prestigiosa Escuela Médica de Viena. El relato de estos años en Viena es duro y
no solo por razones burocráticas: El
principio cardinal de Viena parece ser…¿por qué hacer las cosas simples cuando
pueden hacerse de manera complicada. El mundo médico de la Viena de esos
años era enormemente corrupto. Las plazas vacantes se otorgaban por
recomendaciones que a veces llegaban de Kurt Waldhein, por entonces presidente
del país y más tarde secretario de la ONU que, dice Ernst, había sufrido un misterioso caso de amnesia retrógrada en relación a
sus actividades durante la era Nazi…. Los rumores, maquinaciones, chantajes,
o amenazas veladas eran la forma habitual de ascender o hacer que descendieran
los así aludidos. Las cosas empeoraron cuando Ernst, siempre inquieto con estos
asuntos, comenzó a investigar el pasado
de su Facultad en el período que va de 1938 (anexión de Austria por Alemania) a
1945. Los resultados de su investigación los publicó en 1995 en Annals of Internal Medicine y ese
artículo, aún hoy considerado por Ernst como el más importante publicado por él,
tuvo repercusiones personales en forma de cartas llenas de odio, amenazas y
acusaciones sin fundamento de apropiación de fondos por sus antiguos colegas
vieneses. En el artículo, Ernst recordaba a sus desmemoriados colegas, queen 1938,
153 de los 197 médicos de la Facultad habían sido despedidos y el decano, el
profesor Pernkopf, un nazi convencido, exigió a los demás profesores el certificado
de sus antecedentes arios y el de sus esposas. En esos años, la esterilización
había sido substituida por la eutanasia y varios niños fueron asesinados en el
hospital pediátrico. Dos de los profesores participaron en los experimentos con
prisioneros de los campos y fueron juzgados en Nuremberg. Uno fue condenado y
el otro se suicidó. Para las láminas de su famoso Atlas Anatómico, el profesor
Pernkopf había utilizado los cuerpos de
esos niños asesinados en el hospital pediátrico y también cuerpos de los
prisioneros de los campos. La denuncia de Ernst logró que a pesar de sus
méritos, se retirasen los ejemplares aún a la venta del Atlas. Cuando al
terminar la guerra se quiso depurar a los médicos con pasado nazi, solo 19 de los 200 miembros de la Escuela estaban libres
de actividades nazis en el pasado. A pesar de ello, no fueron depurados (habría
que hacerlo con casi todos los médicos vieneses) y el presidente de la
Asociación Médica Austríaca tuvo el “valor” en 1945 de recomendar e los médicos
despedidos en 1938, que no volvieran a Viena a su antiguo puesto de trabajo
porque las vacantes eran pocas y ya “no había judíos
El anuncio de una convocatoria para
cubrir una cátedra de Medicinas Alternativas en la Universidad de Exeter, en
Inglaterra, permitió a Ernst escapar del ambiente vienés y comenzar su larga y
complicada investigación sobre estas medicinas. La tarea no era fácil. A
diferencia de Austria y Alemania, en Gran Bretaña las medicinas alternativas no
estaban en manos de médicos sino de practicantes sin titulación. Los numerosos acupuntores, quiroprácticos, herbalistas, homeópatas,
reflexologistas, iridologistas, ni habían estudiado medicina ni tenían
entrenamiento fiable en sus disciplinas. Por si no llegara, se mostraban
reticentes cuando no hostiles a la medicina y a la ciencia que consideraban el enemigo
y defendíanque sus terapias deberían estar eximidas de investigación
científica.A pesar de su insistencia en que no era, al menos de partida, hostil
a esas medicinas y se proponía acreditar su seguridad, eficacia y costo de modo
científico, los problemas fueron la norma desde el comienzo de su trabajo. La
investigación en este campo, dice Ernst, difiere de cualquier otra en medicina.
Hay un elemento de entusiasmo público por este tipo de terapias y hay que
esperar presiones de orígenes diversos:
El campo de la medicina alternativa parece estar repleto de personas fundamentalistas
que tienen una convicción evangélica, de chiflados incapaces de pensar con
claridad, pseudoinvestigadores que nunca hicieron investigaciones reales…que no
encuentran inusual investigar un tratamiento implausible y producir una falso
resultado positivo detrás de otro…
Cuando al fin estuvo en condiciones
de iniciar sus pruebas recibió la inesperada visita de un grupo de terapeutas
con los que no contaba: los “sanadores espirituales”. Estos sanadores creen que
existe una energía curadora que emana de fuentes cósmicas, divinas o de otras
fuentes sobrenaturales que ellos pueden canalizar hacia los cuerpos de sus
pacientes que son así capaces de curarse a sí mismos. En los años 90 del pasado
siglo, había 14.000 de estos sanadores en Gran Bretaña, más que homeópatas,
quiroprácticos, acupuntores, herbalistas y osteópatas juntos. Diseñar la investigación en este campo
no resultó fácil. El problema era encontrar un placebo que pudiera satisfacer
los criterios necesarios para considerar científica la investigación. Después
de muchas discusiones llegó a un acuerdo con los cinco sanadores que
participaban en la investigación. Eligieron el dolor crónico como sujeto a
investigar y en doble ciego asignaron los pacientes aleatoriamente a cuatro
grupos: 1.- Terapia aplicada por sanadores reales en presencia del paciente;
2.- Terapia placebo aplicada por cinco actores simulando ser sanadores; 3.- Terapia
aplicada por sanadores reales encerrados en un cubículo fuera de la vista del
paciente;4.- Terapia placebo sin nadie en el cubículo. Los resultados
replicados posteriormente en otras investigaciones por otros equipos, mostraron
queel dolor había disminuido en los cuatro grupos de pacientes con algunas
mejorías espectaculares. La pequeña diferencia encontrada entre los cuatro
grupos señalaba una mejor respuesta (pequeña) en el grupo placebo. La eficacia
de la sanación espiritual se debía al efecto placebo.
El resultado planteaba un problema
ético que alcanzaba también a algunas de las otras terapias alternativas: ¿Por
qué privar a miles de pacientes de esa terapia ya que a pesar de basarse en el
efecto placebo hacía que mejorasen sus
síntomas?... ¿Deberían hacerse públicos los resultados?. La respuesta de Ernst
fue, sí:
La administración de placebos a un paciente puede ser
no-ética y peligrosa…algunas formas de medicinas alternativas no son
inertes…pueden causar serios efectos por sí mismas…Cualquier tratamiento
efectivo… generará un efecto específico además de un efecto placebo… si los
clínicos dan a sus pacientes un tratamiento efectivo con empatía y compasión
generarán una respuesta placebo además de la respuesta al tratamiento efectivo
elegido…(esos efectos no específicos)… son elementos esenciales en medicina… y son la razón por la que los
pacientes del estudio experimentaron menos dolor… (pero, esos efectos no
específicos claramente útiles) nunca pueden ser una razón suficiente para usar
deliberadamente placebos en lugar de los tratamientos establecidos… los
clínicos que solo usan placebos –cuando hay una terapia efectiva disponible-
están engañando a sus pacientes…
La acupuntura tuvo también sus
problemas a la hora de encontrar un placebo adecuado. El equipo de Ernst,
diseño una aguja retráctil que “parecía que” se introducía en la piel del
paciente sin hacerlo. Los resultados: no diferencia entre los dos grupos (efecto
placebo: los dos eran igualmente efectivos en un porcentaje de casos) pero el
mismo problema ético que con la sanación. Los acupuntores interpretaban además
los resultados de los dos grupos como “efectivos” convirtiendo un resultado
negativo en positivo.
En las dos
últimas décadas, dice Ernst, la medicina alternativa ha comenzado un importante
ascenso en un clima de sin-razón: hemos
asistido a la emergencia de una cultura que es curiosamente indiferente al
concepto de verdad…No hay una sola verdad ahora. Hay varias, intercambiables y
de igual peso y consideración. Ese popularidad de las medicinas
alternativas la atribuyó la antropóloga Mary Douglas en su libro “Estilos de Pensar”[1],
(Ernst, no la menciona), a la “delicadeza” de estas medicinas en las que ni
para hacer el diagnóstico se hace violencia alguna contra la privacidad
corporal del paciente y donde el terapeuta invoca una teoría global,
espiritual, y no local, parcial o física.
A lo largo de los años Ernst tuvo que
sufrir críticas hostiles, agresiones y ataques personales. Cartas, llamadas
telefónicas, correos electrónicos, lo calificaban de impostor, estúpido,
corrupto, sin cualificación o equivocado intencionadamente entre otros muchos
insultos. Para entender mejor ese acoso conviene citar algunas cifras: en el
mundo se gastan 100.000 millones de dólares en medicinas alternativas (en Gran
Bretaña, 1.600 millones de libras) y las investigaciones de Ernst eran una
amenaza para las compañías y los profesionales que se beneficiaban de esa nada
despreciable cantidad de dinero. En ese marco, solo le faltaba a Ernst, la
intervención del príncipe Carlos, un apasionado defensor de las medicinas
alternativas (la reina tiene un homeópata de cabecera) y no es por azar
que el capítulo que Ernst dedica a este
conflicto principesco lo llame, Off with his
head!, algo así como, ¡que le corten
la cabeza!... A su llegada a Exeter, Ernst recibió una petición del
príncipe Carlos para que le enviara su conferencia inaugural. Lo que le pareció
a Ernst un alentador interés por su trabajo era un error. El príncipe Carlos
era un firme defensor de la irracionalidad y un no menos firme oponente a cualquier intento de traer la
ciencia al campo de lasmedicinas alternativas. Nombrado presidente en 1982 de
la British Medical Association, en su
discurso presidencial inaugural, en lugar de destacar los méritos de la
medicina moderna hizo un panegírico de la medicina alternativa “que puede
aportar considerable alivio sino esperanza a un cada vez más elevado número de
personas”. La asociación, a la vista de las “sugerencias” del futuro rey de
Gran Bretaña, estableció un comité para estudiar esas medicinas que a los
cuatro años emitió su informe: las
medicinas alternativas están basadas en filosofías desacreditadas, son terapias
sin evidencia de su eficacia y no tienen ningún papel en la medicina moderna.
En lugar de reconsiderar su posición, el príncipe Carlos se reafirmó en sus
ideas y siguió apoyando públicamente esas medicinas. Incluso llegó a decir, que
estaba orgulloso de “ser un enemigo de la Ilustración”. En el 2004, apoyó la
dieta Gerson combinada con enemas de café para los pacientes cancerosos lo que valió
la reprobación, irritación y críticas de oncólogos como el profesor Michael
Baum sin que el príncipe modificara sus ideas. En 2006 se dirigió a los
delegados de la Asamblea anual de la OMS para que prescribieran estos
tratamientos alternativos a gran escala. Su Foundation
for Integrated Medicine, convocó a
Ernst parra formar parte del Comité fundado para el estudio de esas medicinas.
Ernst, retiró poco tiempo después su
nombre del comité cuando comprobó que el comisionado por el príncipe había
redactado las conclusiones sin evidencia experimental alguna que las refrendara
y a pesar de ello mantenía la solicitud para que fueran incluidas en el
Servicio Nacional de Salud. Al hacer públicas sus opiniones fue acusado de
conducta no ética por no respetar la confidencialidad (lo que era inexacto) y
aunque su Universidad de Exeter lo consideró no culpable después de trece meses
de “investigación”, mantuvo su consideración de persona non grata lo que hizo
que se retirara en el 2011 no sin tener que afrontar un nuevo incidente
relacionado con el príncipe Carlos. Una
de las medicinas alternativas favoritas del príncipe era la Homeopatía que,
“estudio tras estudio llevados a cabo por mi Unidad-escribe Ernst- había
mostrado que la Homeopatía no era solo conceptualmente absurda sino también sin
valor terapéutico”. La discusión sobre su valor y méritos estaba cerradapero su
“Real Majestad” había facilitado fondos abundantes que venían de Nelsons, uno de los mayores fabricantes
de remedios homeopáticos del Reino Unido, para impartir un curso en el Centro for Complementary Health Studies
de su misma universidad que Ernst había conseguido separar de su propia unidad por su
anticientifismo abierto. El curso se proponía “integrar” la medicina basada en
la ciencia con el curanderismo lo que para Ernst suponía una traición a las
bases éticas de la medicina alentando el peligroso error de la “equivalencia”
entre ambas prácticas. El rechazo de Ernst a formar parte de ese curso fue uno
más de los incidentes que lo hicieron adelantar su jubilación y abandonar su
puesto en Exeter. En una entrevista concedida al Daily
Mail, al ser preguntado por el periodista si pensaba que el príncipe Carlos
era un vendedor de “aceite de serpiente” (snake-oil),
es decir, de productos de curandero, Ernst contestó sin dudar: Sí. Para Ernst, el príncipe Carlos había
utilizado su posición de privilegio para impedir la investigación científica al
mismo tiempo que promocionaba el curanderismo.
Los dos temas principales a los que
Ernst dedicó sus investigaciones, la medicina en la época nazi y las medicinas
alternativas, están curiosamente relacionadas. Los nazis abrazaron de modo
entusiasta estas medicinas que llamaban Naturheilkundey
su integración con la medicina convencional en la llamada Nueva Medicina
Germana (Neue Deutsche Haeilkunde) que
era la política sanitaria oficial del Tercer Reich que veía el logro de una
salud óptima como un deber patriótico. La influencia de estas teorías nazis
llegó hasta nuestros días en la contemporánea escuela de medicina alternativa
conocida con el nombre de Germanische Neue
Medizin, uno de cuyos promotores tuvo problemas con la justicia en nuestro
país hace algunos años en ocasión del tratamiento de un niño con cáncer. Ernst,
tomó conciencia de esta relación de modo personal cuandose reveló que Claus
Fritzsche, un periodista alemán, que publicaba con frecuencia ensayos
pro-curanderismo en los que difamaba a Ernst, estaba generosamente pagado por
un fabricante alemán de remedios homeopáticos que resultó ser el único hijo
(adoptado) de Goebbels que había
sobrevivido al suicidio de este, su esposa y sus demás hijos en 1945. Dos años
después de que se revelaran estos pagos, Fritzsche se suicidó.
Al final de su libro Ernst resume la
ética de su trabajo:
La ética médica me parece a mí que es violada cuando: los
homeópatas prescriben o recomiendan vacunaciones homeopáticas para las que no
existe una pizca de evidencia; cuando los quiroprácticos… promueven falsos
tratamientos para niños con asma… cuando el príncipe Carlos vende su Tintura
Detox que es incapaz de eliminar los venenos del cuerpo…cuando los curanderos
seducen a pacientes de cáncer desesperados pretendiendo que han encontrado una
cura… cuando los farmacéuticos venden remedios como las Flores de Bach u otros
glorificados placebos… cuando los kinesiólogos, iridologistas etc. Afirman que
sus test diagnósticos sin base alguna permiten identificar enfermedades
serias…cuando políticos que carecen de la más básica comprensión de la ciencia
apoyan públicamente el curanderismo afirmando que está basado en evidencias…
Si en el
libro aquí reseñado, Ernst se muestra firme en sus resultados pero comedido en
su prosa, en su página web http://edzardernst.com/
el tono es otro, tanto en sus propias entradas como en las recogidas de otros
investigadores. Algunos
ejemplos de artículos: Catastrophic
outcome of chiropractic spinal manipulation ; A risk of
herbal medicine that has so far been neglected; Killing cancer patients via the
Internet; Acupuncture
for menopausal hot flushes?: No, it’s just a ‘theatrical placebo’!;Catholic homeopaths claim
to cure homosexuality; Some
naturopaths are clearly a danger to public health; Homeopathy on the NHS: its days are
counted; The place of
homeopathy … is … in the history books!...[2].
Postdata:
(Marzo del 2016). La Universidad de Barcelona ha cancelado, al fin, su Máster
en Homeopatía, que venía impartiendo desde el año 2.004 a un precio nada
razonable: 6.900 euros. Doce años para enterarse de que no hay evidencias
científicas que acrediten la eficacia de la Homeopatía.
Las universidades de Valencia y Sevilla todavía
mantienen sus cursos de doctorado en Homeopatía. Al parecer, todavía no se han
enterado de la inexistencia de evidencias científicas sobre la materia que
imparten.
S.L.C
[1] Douglas.
M. Estilos de Pensar. Gedisa.1998.
[2]
En http://vicentebaos.blogspot.com.es/2013/12/la-epifania-homeopatica-un-articulo-de.html
hay una muy interesante traducción de un artículo de Ernst sobre la homeopatía
en el que comenta las “epifanías” que en ocasiones llevan a científicos
reconocidos a convertirse en entusiastas defensores de estas medicinas. Otro
artículo no menos interesante, “Como convertirse en charlatán” en :http://charlatanes.blogspot.com.es/2012/12/como-convertirse-en-charlatan.html.