THERAPY CULTURE: cultivating, vulnerability in an uncertain
age. Frank Furedi. Rouledge. 2004. THE
THERAPEUTIC TURN: How psychology
altered western culture. Ole Jacob Madsen. Routledge. 2014. ADMIRABLE EVASIONS: How psychology undermines morality.Theodore Dalrymple. Encounter
Books. 2015. LA SALVACIÓN DEL ALMA
MODERNA. Eva Illouz. Katz. 2010. IN
THERAPY WE TRUST: America´s obsession with self fulfillment. Eva.S.
Moskowitz. John Hopkins University Press. 2001.
Hay sin duda, matices y énfasis
diversos entre ellos pero de lo que en ellos se habla es, de como en las
últimas décadas la Psicología ha impregnado los modos de pensar en esferas de
la sociedad en las que hasta hace pocas décadas su presencia era poco relevante:
el consumo, la publicidad, la justicia, el ejército, el deporte, la política,
la auto-ayuda o incluso, el cristianismo (en todas sus iglesias y ortodoxias). No
es casual que el arzobispo de Canterbury dijera hace unos años, que el “Cristo
Salvador” se había transformado en “Cristo asesor psicológico” (counsellor) y alentara a los clérigos
anglicanos a formarse en esas técnicas para ayudar a sus feligreses. Para los
cuatro autores, la sociedad se ha configurado en las últimas décadas como una cultura terapéutica que ha redefinido
gran parte de los problemas morales y los malestares sociales o políticos como
psicológicos y utiliza la terapia, en su significado más amplio, como el modo
de afrontarlos, entenderlos y resolverlos. Ninguno de ellos está de acuerdo con
que esa evolución sea beneficiosa. Ven en esa evolución aspectos
indeseables aunque discrepan en muchos
puntos. Illouz, por ejemplo, reconoce que desde 1.970, esta cultura ha
enmarcado los problemas políticos como deficiencias personales y psíquicas pero,
a diferencia de los demás, no piensa que esos problemas políticos se hayan
privatizado o desconectado de la política sino que, una vez psicologizados,
esos problemas son nuevamente canalizados hacia la esfera pública en forma de
nuevas reivindicaciones aunque no con formas ideológicas puras. Illouz advierte
también a que se refiere cuando habla de Psicología:
La Psicología es sin dudas un cuerpo de textos y teorías
elaborado en organizaciones formales por expertos certificados para
reproducirla y utilizarla. Pero es quizá fundamentalmente también un cuerpo de
conocimientos difundidos a lo largo del mundo a través de una variedad de
industrias culturales: los libros de autoayuda, los talleres, los talk shows televisivos, los programas de
radio con llamadas de los oyentes, las películas, las series de televisión, las
novelas y las revistas han sido plataformas de difusión de la terapia…
Es a ese segundo
aspecto de la psicología al que se refieren estos libros, así, Furedi, advierte
como Illouz, y lo que advierte vale para los demás, que de lo que se ocupa en su
libro, es “de la terapia como fenómeno cultural no como técnica clínica”:
Es una manera de pensar más que una manera de
curar…una cultura se vuelve terapéutica cuando esta forma de pensamiento se
expande desde las relaciones entre el sujeto y el terapeuta para darle forma al
modo en que perciben una serie de cuestiones públicas…
No faltan precursores
para estas ideas y tampoco críticos y defensores. Thomas Szasz, Philip Rief, Christopher Lasch,
Richard Sennet, son algunos de los que intuyeron críticamente la transformación
de la cultura en un sentido terapéutico cuando aún estaba naciendo.
Frank Furedi, es profesor de Sociología
en la Universidad de Kent; Madsen, profesor asociado de Psicología en la
Universidad de Oslo; Dalrymple, es un escritor y psiquiatra jubilado inglés que
ha pasado toda su vida clínica en el Tercer Mundo o como psiquiatra en las
prisiones británicas. Eva Illouz, es socióloga cultural y trabaja en la
Universidad Hebrea de Jerusalén, así que, en sus libros se reflejarán los
sesgos de sus respectivas especialidades y también, en alguna medida, los de
sus vidas.
En el prólogo del
libro de Madsen, se advierte que la idea de que, “cuanta más psicología mejor”,
tiene sus problemas y no es el menor de ellos, siguiendo, creo, a Ulrich Beck, (al
que Furedi debe también mucho) el de que intente aportar soluciones
individuales a problemas estructurales. La psicología ha asumido la misión de
aliviar el sufrimiento humano, tarea heredada de su predecesor, el
cristianismo, pero puede también convertirse en fuente de sufrimiento. No deja
de ser relevante, lo afirma Alain Ehremberg, que en este giro, la psiquiatría,
una institución periférica, y con limitado impacto, no tenga apenas presencia
aunque tal vez Ehremberg olvida el papel “expansionista” de los diagnósticos de
los sucesivos DSMs. En su idea, es la psicología el lugar clave donde lo
privado se relaciona con las esferas políticas, donde las contradicciones de la
sociedad moderna encuentran ahora expresión, pues la psicología no puede
entenderse solo desde un punto de vista científico sino como el telón de fondo
de un clima cultural donde la
personalidad individual se ha convertido en el centro del interés. Para
Mandsen, los psicólogos tienen un elevado grado de conciencia ética en todo lo
que tiene que ver con la relación paciente-terapeuta pero una comprensión
escasa de los problemas éticos que su disciplina enfrenta cuando entra en
contacto (y conflicto) con problemas sociales relevantes. Así, Mandsen, lamenta
que la Asociación Noruega de Psicología,
a pesar de sus buenas intenciones, no sea consciente de los aspectos negativos
de la creciente presencia de la
En
1987 el término autoestima no
aparecía en ninguno de los 300 periódicos británicos analizados por Furedi. El Oxford English Dictionary, definía la
autoestima en ese tiempo como, la
apreciación favorable que uno tiene de sí mismo, pero no mencionaba vínculo alguno de la autoestima con problemas
emocionales. Ahora, una “baja autoestima”, es la señal de una enfermedad
invisible que socava la habilidad de las personas para controlar sus vidas. En
2.001, autoestima, en los mismos
periódicos, aparecía citada 3.500
veces. Trauma, que aparecía en 1.993
menos de 500 veces, lo hacía en 5.000 ocasiones en el año 2.000. Stress, de menos de 1.000 en ese mismo
año, a más de 23.000 en el año 2.000 e incrementos proporcionales del mismo
tipo se observan con los términos síndrome
y counselling (asesoramiento
psicológico) que pasa de 500 citas en 1.993 hasta 7.500 en el 2.000. Counselling,
lo define una experta psicóloga en su página web, como, una relación de ayuda entre un profesional y un cliente, el cual
realiza una demanda ante una situación del presente difícil de resolver por sí
solo… ayuda que asiste a personas en momentos de crisis y cambio… Esos
momentos, difíciles de resolver, eran los que antes de la cultura terapéutica
afrontaban las personas y los grupos por sí mismos.
El uso creciente del
lenguaje terapéutico indica, dice Furedi, actitudes y expectativas nuevas en la
sociedad. Este lenguaje y las prácticas que le son propias, ya no se limitan
como en décadas anteriores a ciertos estados mentales sino que ahora se emplean
para nombrar y “tratar” episodios
normales de la vida cotidiana. Vivimos ahora, según Furedi, (idea que,
con matices comparte con los otros autores aquí reseñados), en una cultura
terapéutica donde la emoción ha pasado al primer plano, donde muchas
experiencias que hasta ahora habían sido interpretadas como parte normal de la
vida, han sido redefinidas como dañinas para las emociones de las personas.
Cualquier contratiempo o pequeño infortunio, una decepción, la vida en la
escuela o la adolescencia, son asuntos considerados ahora como peligrosos para
la autoestima y necesitados de ayuda profesional. Por ejemplo: un informe
canadiense alertaba a inicios de los 2.000 de la elevada tasa de depresión
entre niños lo que, según el profesor Thompson de la universidad de Alberta, se
debía a que los niños canadienses habían estado sometidos en la infancia a más
traumas que sus predecesores. Furedi, no
comparte esa opinión y piensa, más bien, afirma, que la sociedad canadiense no
se ha vuelto más traumática para los niños en los últimos 20 años. Lo que ha
cambiado, dice, y advierte que es uno de los argumentos centrales de su libro,
es the cultural imagination of trauma…
hoy creemos que los individuos carecen de
resistencia para afrontar los sentimientos de aislamiento, decepción y fracaso
que son parte de la vida, y la cultura contemporánea, alienta de manera
inconsciente a la gente a sentirse traumatizada y deprimida por experiencias
hasta ahora consideradas rutinarias… Para Furedi, en los años 90, el término
“trauma” se ha convertido en un mecanismo que
Este proceso es
inseparable del de la “profesionalización”. La “industria psicológica” es en
primer lugar un negocio interesado en vender sus servicios y expandir su
mercado. Lasch, afirmaba hace tiempo, que las nuevas profesiones, (y la
industria farmacéutica y sus numerosos colaboradores psiquiatras, podemos
añadir) inventan muchas de las necesidades que afirman satisfacer. Entre 1.970
y 1.995 el número de profesionales de la salud mental en Estados Unidos y Gran
Bretaña se cuadriplicó y a Furedi “le parece”, que estos profesionales están
ahora dispuestos dentro del nuevo clima cultural, a proteger la vida emocional,
sobre todo de los niños, de cualquier experiencia que suponga un reto que deban
afrontar.
Las ideas de Furedi han recibido críticas
nada benevolentes. En una de las más ácidas, escrita poco después de la
publicación del libro, Blake Morrison[1], le “acusa” de haberse convertido en una figura de culto que a
lo largo de sus libros repite el mantra del debilitamiento de la sociedad
moderna. Así, en Culture of Fear (1.997)
ataca la obsesión por la seguridad (que
patéticos somos al no tomar riesgos); en
Courting Mistrust (1.999)
crítica el creciente recurso a los pleitos, (es patético culpar a otros por nuestros accidentes) y en Paranoid Parenting (2.001), crítica los
excesivos mimos a los niños (que patético resulta no enseñar a los niños
a aprender de sus errores). Estos tres libros anticipan este Therapy Culture (2.003) donde, un paso
más allá, Furedi, dice Morrison, parece pensar que es patético compartir nuestros problemas con los demás. Las razones
que da Furedi para haber llegado a esta situación, (según Morrison, aunque creo
sesga y simplifica exageradamente su resumen) son: el debilitamiento de la
autoridad tradicional, el declinar de la religión, la muerte del espíritu de
comunidad y de la ideología y, por encima de todo, la atomización de la
familia. Antes había ancianos sabios que aconsejaban a los que sufrían alguna
perturbación; ahora nos apoyamos en los gurús del estilo, los entrenadores
personales y un ejército de counsellors.
En resumen, dice, Morrison, para Furedi, la terapia se ha convertido en “el
opio del pueblo”. Es una poción
adormecedora usada para controlar las masas alentándolas a ver sus malestares
como problemas personales más que como rabia justificada contra el estado. Para
Morrison, se trata de un lamento romántico por la anulación del individuo a
manos de los funcionarios del estado. Lo que añora Furedi, como Dalrymple, es
la fortaleza silenciosa, el estoicismo mostrado por el pueblo inglés durante
los bombardeos alemanes, la era de la
flema británica (del the stiff upper lip) donde los pasajeros
del Titanic hacían cola esperando su
poco probable embarque en los botes sin ninguna agitación y la banda de música
tocaba mientras el buque se hundía[2] o el comportamiento
de los habitantes de Aberfan[3]. Morrison señala algo más:
Furedi, no tiene interés en la práctica clínica y nada que decir acerca de los
terapeutas, cosa injusta ya que
Furedi, por otra parte, reconoce
en su libro que no es de la clínica de lo que se ocupa. Además, Morrison
considera que no hay nada despreciable en implicar a otros en nuestros males.
Un mundo con menos necesidad de terapeutas sería mejor pero el “tranquilo
machismo” (sic) de Furedi con su, ¡contrólate
hombre!, sería más sombrío.
Morrison, quien incidentalmente anota que Furedi es un anagrama
de Freud, reprocha a Furedi no haber
hablado con los counsellors de su
propia Universidad. Si lo hubiera hecho, escribe, habría descubierto que los
problemas que tienen los alumnos son reales y si hubiera hablado con los
trabajadores de las prisiones habría descubierto que “forzar” a los agresores
sexuales a tener counselling antes de
ser liberados, no es una moda liberal sino que está fundado en la experiencia
de que los agresores que rechazan ese counselling
tienen más probabilidades de reincidir. Quizás no haya mejor informante que
Dalrymple, al menos para las prisiones y no parece compartir las críticas de
Morrison. Dalrymple, que también reseñó el libro de Furedi en The Telegraph cuando se publicó en 2.003,
comparte muchas de sus ideas y es reticente con otras. Como Furedi, reconoce
que desde hace décadas el counselling ha remplazado
a la fortaleza y al coraje frente a la adversidad, como modo de afrontar los
infortunios (misfortune). Muchos de
sus pacientes, escribe, atribuyen su infelicidad actual a que no se les ofreció
counselling cuando en el pasado
tuvieron que afrontar una experiencia desagradable como una intervención
quirúrgica o la muerte de algún amigo o familiar. Al menos en Gran
Bretaña, dice Dalrymple, la gente valoraba el estoicismo y recurría a sus
amigos y familiares o a los consuelos de la religión para afrontar sus
problemas. Dalrymple, admite, cosa que no hace Furedi, que muchas personas
pueden beneficiarse de la escucha acogedora y desinteresada de terceras partes
cuando no tengan a nadie a quien recurrir y tampoco está de acuerdo en que esas
intervenciones sean invariablemente malas.
Desde 1990, la historia de Aberfan está siendo
rescrita en línea con el ethos
terapéutico de hoy… Los investigadores está ocupados en ayudar a los
sobrevivientes a reinterpretar sus experiencias a través del lenguaje del
trauma… entrevistas recientes con estos sobrevivientes… sugieren… que las
personas han descubierto retrospectivamente traumas del pasado… en lugar de
explorar la resistencia de esta comunidad minera galesa, los comentadores
prefieren tratar a los sobrevivientes como víctimas ocultas cuyas necesidades
emocionales fueron ignoradas por una burocracia cruel…
La respuesta
estoica de Aberfan no era excepcional en esos tiempos. Lo mismo había ocurrido
en las inundaciones de los años 1952 y 53 y así fue la respuesta masiva durante
los bombardeos durante la II Guerra Mundial pero para la cultura terapéutica de
hoy, que la gente haya afrontado de manera estoica esas tragedias sin secuelas
duraderas aparentes, no resulta creíble. Así, según un estudio de 1.997 que
cita Furedi, 750.000 mujeres sufrían traumas y stress provocados por los
bombardeos de Londres durante la II Guerra Mundial, número elevado sin duda,
pero que era una extrapolación de un estudio realizado sobre solo 100 mujeres
muchos años después de los bombardeos. Una muestra del “giro terapéutico” que
comenta Furedi, es el del Memorial levantado en memoria de los 165 muertos y
680 heridos del atentado de Oklahoma City en 1.995. El Memorial pretendía tanto
recordar a los muertos, como establecer una solidaridad “terapéutica” con los
vivos por lo que se decidió que figurasen en el Memorial tanto los nombres de
los fallecidos como los de los que sobrevivieron. Los supervivientes del
Holocausto no hablaron mucho en público después de su liberación. No buscaron
ayuda psicológica ni les fue ofrecida pues la sociedad europea y americana de
entonces, no los veía como portadores de un daño psicológico permanente y los
supervivientes querían dejar atrás el pasado y empezar una nueva vida. No
ocurrió así con sus hijos y nietos que incluso reprocharon a sus padres su
respuesta callada y estoica y exigieron por su parte, ser considerados como
víctimas de segunda y tercera generación al amparo de la nueva sensibilidad que
pensaba que el daño sufrido por sus padres y abuelos se transmitía a las
siguientes generaciones.
Esa nueva sensibilidad terapéutica anticipada, al menos en los
Estados Unidos, por el psicoanálisis, se hizo popular en los años 70 del pasado
siglo. Un estudio de Amal Teacher sobre las columnas de consejos en las
revistas femeninas de Estados Unidos que cita Furedi, demostró que, mientras en
la década de 1950-60 las columnistas aconsejaban a sus corresponsales controlar
sus emociones, en los años 70, era la expresión de las emociones lo
recomendado. En la muerte de Diana de Gales en 1.997, se reveló de modo
inesperado la agonía del modo estoico de afrontar las tragedias y el nacimiento
de otro: el emocional. El emocionalismo de las masas en la calle contrastó de
manera radical con la tradicional respuesta de la familia real británica que,
siguiendo una tradición centenaria que prescribía un comportamiento estoico y
ascético cuando moría alguno de sus miembros, no mostró públicamente ninguna muestra de
duelo ante la indignación popular. Un estudio de esos acontecimientos resumió
sus conclusiones diciendo que, the age of British reserve is over y el
periódico The Guardian, añadió que,
la cultura en Gran Bretaña había
cambiado de the life of the mind a the life of heart. Hoy, esas escenas obligadas a las que nos hemos acostumbrado,
nacidas en los últimos años, en las que psicólogos de apoyo son reclamados por
las autoridades ante cualquier suceso con víctimas para apoyar a los familiares
o a los supervivientes, son un producto de esa cultura terapéutica.
En La salvación del alma moderna, Eva
Illouz recuerda que el Trastorno por stress post-traumático fue reconocido por
la APA en 1.980 que con ese diagnóstico, “honró” el sufrimiento de los
veteranos del Vietnam recibidos de modo ambivalente por una población dividida
y cansada de la guerra. A partir de ese reconocimiento, el TEP fue
aplicado a acontecimientos como las
violaciones, ataques de terror, crímenes e
incluso, a accidentes. Illouz señala que, “no es la experiencia la que
produce el efecto traumático sino el modo como la recordamos”. La experiencia, como
saben bien los sociólogos de la cultura, dice Illouz, está mediada por la cultura:
Tanto las feministas como los veteranos de
Vietnam, pudieron construir ciertas experiencias como traumáticas porque tenían
en común unos pocos supuestos culturales que a su vez, podían fusionarse con el
recuerdo del trauma: que la gente podía ser dañada psíquicamente, y no solo
físicamente; que podía haber un período considerable de tiempo entre el momento
en que dicho daño era perpetrado y sus consecuencias de hecho; que podía haber
síntomas de TEPT sin que hubiera necesariamente un recuerdo de los hechos que
habían llevado a él; que la compensación podía ser reclamada (o la acusación
judicial llevada a cabo) décadas después del trauma; que el trauma amenazaba
seriamente las posibilidades de propio desarrollo y que todos los ciudadanos
tenían iguales derechos a una psiquis
saludable…[4].
Parece lógico concluir, que esos supuestos culturales no eran
los de la sociedad galesa que afrontó Aberfan pero si, los de la sociedad que
años después buscó daños permanentes en los sobrevivientes de aquella
catástrofe. Si Illouz tiene razón, convendría como propone MAdsen, repensar
nuestra teoría y práctica clínica pues lo que afirma en este párrafo no es algo
banal que se pueda ignorar sin consecuencias.
Para
Illouz, el psicoanálisis fue un adelantado en el cambio social hacia una
cultura terapéutica. El psicoanálisis
pasó a la cultura popular y, sobre todo en los Estados Unidos, “vino a
entrelazarse en todos los aspectos de la vida estadounidense”. Sin necesidad de
haber leído a Freud, multitud de personas hablaban de sus problemas con la jerga
del inconsciente o del retorno de lo reprimido.
Woody Allen, es inimaginable sin el psicoanálisis, sería, dice Illouz, “un inocentón patético y Tony
Soprano, un matón”. Freud, hizo de la vida cotidiana, a través de sus libros
sobre los chistes, los lapsus, los actos fallidos y los sueños, algo valioso y
atractivo que podía ser interpretado y ofrecía además, nuevas narrativas sobre
aspectos de la vida, como la sexualidad que liberaba a la gente de los viejos
moldes y les proporcionó metáforas para intentar comprender los conflictos. La
psicología y el counselling son los
herederos de esa primera “colonización” cultural del psicoanálisis.
Es casi una “tradición” que algunos psiquiatras (y
psicoanalistas) no respeten demasiado los fundamentos de la disciplina que
ejercen. Sasz, Laing, Masson, Peter
Bregging, son algunos de ellos. Dalrymple parece situarse también en esa
posición en la que incluye a la psicología. Diez años después
de escribir la reseña sobre el libro de Furedi, Dalrymple abordará en Admirable Evasions[5] el mismo problema
con una diana diferente: la moralidad. El
“combativo” libro de Dalrymple abre su primera página con un experimento
imaginario.
¿Qué ocurriría si todos los ansiolíticos y
antidepresivos se tiraran al mar, si todos los textos de psicología fueran
retirados y convertidos en pasta de papel, si todos los psicólogos dejaran de
ejercer, si todas las investigaciones psicológicas fueran abandonadas, si los
términos psicológicos fueran eliminados del habla cotidiana?... ¿Ganaría o
perdería la humanidad? ¿Sería más sabia o más tonta?¿Su auto-comprensión sería
menor?.
Dalrymple, reconoce que no
es posible responder a estos interrogantes ya que el experimento no se puede
hacer pero sería un hombre atrevido el que pensara que ahora, nuestro
auto-conocimiento es más grande que el
de Shakespeare o Montaigne. A pesar de su advertencia, son numerosas las
afirmaciones implícitas o explícitas (de algunas escuelas de psicología) de que
se ha alcanzado un más profundo insight
de la naturaleza humana, de su conducta, emociones y angustias que el que
teníamos antes. Esa, es para Dalrymple, una pretensión arrogante y peligrosa
pues supone además, que es posible cambiar la naturaleza humana mediante
técnicas psicológicas e incluso, last but
non least, eliminar la infelicidad humana.
Madsen,
hace de la autoestima la palabra
clave de la cultura terapéutica. Sigue a Furedi y a Illouz en buena parte de su
análisis aunque discrepa en sus conclusiones ya que piensa que Furedi subestima
el papel de la psicología y atribuye al deseo del estado de controlar las vidas
de los ciudadanos, el surgimiento de esta cultura. Para la cultura terapéutica,
una elevada autoestima es el signo de una buena salud psicológica y emocional y
una baja autoestima síntoma de un self
enfermo y al borde del precipicio. Para Madsen, los que predican la mejora de
la autoestima como remedio a los males sociales, piensan que lo que tiene lugar
dentro de nuestro mundo interior determina lo que hacemos en el mundo exterior,
idea opuesta, dice Madsen, a las ideas
de Marx y Engels según la que, es la situación de clase la que determina la
conciencia de clase. Madsen, sin embargo, no llega tan lejos como Dalrymple en
su “aprecio” por la autoestima que escribe:
La noción de autoestima es en sí misma ridícula o
repelente…Nadie adscribe su buen carácter o su éxito en la vida a una adecuada
base de autoestima. Nadie dice que cualquier logro humano sea fruto de la
autoestima. Una dosis de auto-duda más que de autoestima, es más probable que
conduzca al esfuerzo necesario, pero no suficiente, para conseguir tal logro…
Muchas malas
personas, entre ellas muchos criminales famosos, poseen una notable autoestima
y frecuentemente se enorgullecen de sus actos, afirmación que comparte con
Furedi que hace de la autoestima un mito y cita varios estudios que acreditan
que los esfuerzos de las escuelas americanas por subir la autoestima de sus
alumnos tuvieron éxito, pero no mejoró sino que empeoró su rendimiento escolar
y convirtió a muchos de ellos en abusones[6].
La autoestima de los malvados, dice
Dalrymple, es particularmente
escalofriante. La autoestima, sigue Dalrymple, es vanidad, no por la apariencia
sino por la fibra del propio ser y cualquiera que piense que una buena dosis de
autoestima es buena en sí misma, debe
ponerse a leer el Coriolano de Sahakespeare.
No son casuales las reiteradas citas de Shakespeare en este y otros libros de
Dalrymple. Buen conocedor de su obra (yo también), piensa que el conocimiento
del comportamiento humano, presente en las obras de Shakespeare, no es inferior
al de la psicología con la ventaja de que Shakespeare nunca afirma poseer el
remedio ni la absoluta verdad sobre esas conductas. Mandsen, de modo menos
explícito, tiene a Shakespeare también entre sus “maestros”. En el prólogo de
su libro, cuenta como decidió estudiar psicología cuando vio un anuncio de la
Universidad de Bergen en el que un psicólogo en bata blanca examinaba el cráneo
que tenía entre sus manos. El científico y Hamlet combinados, pensó Mandsen, al
decidirse por la psicología alentado por lo que prometía ese anuncio que supone
anterior a la RMNf que ahora ocupa el lugar del cráneo hamletiano en los
laboratorios de psicologia. Años después, se desilusionó al ver como la
psicología, al hacerse más científica, se iba ocupando de cuestiones cada vez
más microscópicas olvidando las grandes cuestiones de la existencia humana que
representaba Shakespeare. El resultado de olvidar lo “general”, lo “universal”,
dice Mandsen, es que la psicología, es
una profesión que está hoy pobremente equipada para comprender el presente
mientras que al mismo tiempo ejerce una gran influencia sobre él…
Muchos centros de
enseñanza, incluso los británicos de élite, alaban ahora a los alumnos por sus
logros aunque sean esporádicos o inconsistentes con la finalidad de subir esa
autoestima a la que atribuyen el bajo rendimiento. Una de estas instituciones,
con varios premios Nobel en su personal, prohíbe marcar con tinta roja los
fallos en los ensayos de sus alumnos porque esa tinta roja es intimidante y castiga
y amenaza la autoestima de los alumnos que podrían ver arruinada su vida para
siempre. Adolf Tobeña, catedrático de psiquiatría en Barcelona, uno de los
pocos psiquiatras que merece la pena escuchar, tiene un vídeo en youtoube, Castigo y civilidad, en el que “ilustra” a un grupo de
pedagogos sobre el grave error de no
reconocer el papel del castigo en la civilización, la enseñanza y
la vida[7]. La
Universidad de Bath en el tiempo que Furedi escribió su libro, tenía programas
de Transition Counselling para los
alumnos de primero, para los de segundo que se iban a vivir en pisos, para los
que finalizaban sus estudios y se incorporaban a la vida laboral e incluso hubo
programas de Transición para los Lores cuando muchos de ellos debieron
abandonar la Cámara de los Lores al
ser reformada. Los programas para el ejército, y la policía son ahora obligadas
pues un buen número de ellos se sienten demasiado vulnerables para ejercer sus
oficios para los que hasta ahora se presuponía una fortaleza y estoicismo
especial.
Creo que la idea
básica que recorre el libro de Dalrymple podría ser resumida así: los
asombrosos descubrimientos de la neurociencia y la psicología de los últimos
años, son transformados (por una generalización abusiva y equivocada), en
explicaciones generales de la existencia humana y estas a su vez, son
utilizadas para evadir las responsabilidades sobre las propias acciones. Cada
capítulo se ocupa de desmontar esas pretensiones de conocimiento. En el Iº es
el psicoanálisis el criticado; en el IIº, el conductismo; en el IIIº, la
terapia cognitivo-conductual, en el IVº el DSM y la expansión de los diagnósticos
psiquiátricos; el Vº a la autoestima; el VIº a la rehabilitación, el VIIº a las
teorías neuroquímicas, el VIII a la neurociencia, el Xº a la psicología
evolucionista… Para ser justos con Dalrymple, es él mismo quien escribe que, no
niega que las terapias psicológicas o farmacéuticas no tengan valor. Son las
teorías en las que se basan las equivocadas y del mismo modo que un brujo o un
exorcista puede curar sin que tengan que existir los espíritus, o demonios que
invocan, es posible aliviar o curar con procedimientos sostenidos por teorías
erróneas:
No deseo negar que los psicólogos han hecho muchos
ingeniosos e intrigantes experimentos psicológicos. Pero el efecto general del
pensamiento psicológico sobre la cultura humana y la sociedad ha sido
abrumadoramente negativo porque da la
falsa impresión de que ha incrementado grandemente la auto-comprensión humana
cuando nada de eso ha sido logrado y alienta la evasión de responsabilidad
convirtiendo a los sujetos en objetos… y desalienta el genuino autoexamen y
autoconocimiento…
Muy relacionado con lo anterior, está
otro de los temas recurrentes en la copiosa obra de Dalrymple: su creencia en
el poder destructivo de las malas ideas. Una de las más destructivas de ellas,
recuerda John Broening en la reseña del libro e Dalrymple en el Denver Post, (6-07-2015) común al
pensamiento utópico político y a algunas escuelas de psiquiatría, es la de que
se puede remodelar la naturaleza humana trascendiendo los límites de nuestra
personalidad, evitando la necesidad de juzgar y de asumir responsabilidades o
eliminar la infelicidad. Para Dalrymple, la infelicidad,
(un malestar relacionado con la vida cotidiana) ha desaparecido del lenguaje
coloquial para ser substituida por depresión (una enfermedad). Con la expansión
de los diagnósticos y la conversión de muchos malestares e infelicidades en enfermedades
y la creciente borrosidad entre el sufrimiento grave y las infelicidades
cotidianas, se corre el riesgo de que la psiquiatría dedique gran parte de sus
recursos a pacientes que no lo necesitarían
dejando a los que sí lo precisan con menos atención de la que sería
necesario. Además, la psicología, (y la psiquiatría) nos proporciona un arsenal
lingüístico con el que podemos evadirnos de nuestras responsabilidades.
De
los capítulos del libro de Mandsen, el dedicado a la auto-ayuda, muy deudor de Eva
Illouz, merece un comentario más detallado. Lo que molesta a Mandsen, que es
psicólogo, es que se propongan por psicólogos titulados y no titulados,
soluciones psicológicas a males sociales como hace hoy la gigantesca industria
de la auto-ayuda. Su palabra clave, por supuesto, es autoestima, aunque algunos autores
distinguen, autoestima, sentimiento
de la propia valía, de auto-confianza,
que es otro asunto y tiene que ver con la confianza en las propias capacidades.
Törblom, una exitosa escritora noruega de libros de auto-ayuda, trata según
Mandsen, las patologías sociales como si fueran un asunto individual y oculta,
en consecuencia, las causas más importantes de los malestares. Para Mandsen,
las técnicas dirigidas a mejorar la autoestima son el complemento del “maligno”
neoliberalismo, forma ideal de gobierno bajo el cual, cada persona se ocupa de
sus propios problemas. La auto-ayuda sería una especie de anestesia social.
Muchos de estos libros de autoayuda mezclan sin pudor la física cuántica, con
el gnosticismo New Age, o la
parapsicología, a veces, de una manera pintoresca. The secret, de la australiana Rhonda Byrne, vendió hasta ahora 19
millones de copias. La idea central, es que, somos una especie de imán que hace
que nuestros pensamientos se vuelvan cosas, que nuestro destino depende de lo
que estemos pensando: “Usted se convierte en lo que piensa y siente”. La
auto-ayuda es llevada aquí a su extremo y el Yo puede así ser considerado omnipotente.
Vivimos tiempos, sigue Mandsen, en los que anhelamos expertos que nos ayuden a
elegir lo que es bueno para nosotros. Este anhelo es muy evidente en los
programas de televisión, en los reality,
que han experimentado un crecimiento explosivo en los últimos 15 años. Mandsen,
bautiza un subtipo de esos programas, como therapeutic
reality. En estos programas, una familia que es incapaz de manejar un
aspecto fundamental de la vida como, la
comida, la crianza de los niños, las finanzas domésticas, el cuerpo, las
mascotas, o la conducta adolescente, es filmada mientras un experto se hace
cargo de la situación y procura resolverla. No veo mucho la televisión, pero se
me ocurren unos cuantos programas españoles de este tipo sin pensar mucho: Hermano Mayor, ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, uno de entrenamiento de perros,
e incluso, uno en el que un cocinero resuelve los problemas de restaurantes que
no van bien. Creo que la cifra es mucho mayor. Estos son realitys relativamente nuevos en los que la cultura terapéutica en
la que ahora vivimos, se hace presente de forma manifiesta. Gran Hermano, ese programa en la que un
grupo de descerebrados exhiben su
“privacidad” y sus dudosas pero bien dramatizadas emociones (casi todos lloran)
para satisfacer el voyeurismo de los espectadores, forma parte también de estos
reality terapéuticos que reproducen
como entretenimiento, experimentos de psicología social de los años 60 del
pasado siglo y cuentan con psicólogos que seleccionan a los participantes,
diseñan las situaciones de conflicto o velan para que no haya excesivas heridas
a la “autoestima” de los participantes eliminados. La autoestima está también
presente en programas como Extreme
Makeover donde los participantes se someten a cirugía cosmética para
mejorar su imagen corporal. El principio psicológico que rige en este caso, es
el de que los defectos físicos afectan a las personas psicológicamente, por eso,
los cirujanos cosméticos son muy
aficionados a la psicología de Adler. Hasta no hace mucho, la cirugía
plástica era una cirugía más encargada de reparar graves daños estéticos y
funcionales. Mucho menos considerada, cuando no ridiculizada, era la cirugía
cosmética, la que substituye pechos, culos, arrugas, pelo, o liposucciona que
ahora dentro del giro terapéutico es aceptada con normalidad y “promocionada”
en esos realitys donde una persona,
casi siempre pero no siempre, mujer, ve realizado su sueños de modificar su
cuerpo sano, pero imperfecto a su juicio, por uno más atractivo: tu verdadero Yo está debajo de tu grasa.
La cirugía se convierte en terapia. La vida imita a la televisión dice Mandsen.
Ophra Winfrey en su Talk-Show que
veían 33 millones de personas hasta su cancelación hace poco, y al que Eva
Illouz dedicó un libro por su relevancia con lo aquí tratado, tenía muy claro
cual era su “misión”: Intento cambiar en
una hora lo que yo pienso que es la raíz de todos los problemas en el mundo: la baja
autoestima….
La cultura
terapéutica siente aversión por esfera privada e íntima que tenía en la familia
su espacio “protector”. Ahora, la intimidad se ha convertido en extimidad y la familia, refugio de la
privacidad se ha convertido en un lugar sospechoso donde son posibles todo tipo
de abusos. Ya no se trata de hombres que abusan de sus esposas, sino de sus
hijos, de sus ancianos (elder abuse),
situaciones sin duda posibles, pero las habituales riñas y disputas entre
hermanos se han convertido también en sibling
abuse aunque los adultos encuestados no recuerden así sus disputas con sus
hermanos: a través de la reinterpretación
de las formas rutinarias de los conflictos entre hermanos como una forma de
violencia doméstica, se obtienen tasas dramáticas de prevalencia… Según el
profesor de trabajo social de la Universidad de Kentucky, doctor Wiehe, 53 de
cada 100 niños abusan emocionalmente de su hermano o hermana que sufrirán años
después como escribía Illouz, de TEP y
trastornos disociativos.
Madsen, dedica unas
páginas interesantes al ADHD citando al psicólogo noruego Ekelman que, por
desgracia, tiene todas sus publicaciones en noruego. En Noruega, los 8.500
niños y adolescentes tratados con Ritalin o Concerta, hace algunos años, se
convirtieron en 32.000 en 2.011. Esa “epidemia”, que Madsen vincula con la
exigencia de auto-control del neoliberalismo, tiene para Ekeman algunas causas.
La autoridad paterna ha sido desmantelada; la comunidad de adultos no
familiares que corregían los comportamientos infantiles, se ha debilitado; los
adultos corrigen cada vez menos a sus propios hijos y mucho menos a los de los
demás; la disciplina externa en la escuela y en la vida diaria ha evolucionado
hacia formas internas de auto-control; la escuela se ha feminizado y los
valores masculinos se han vuelto problemáticos ignorando los positivos lo que
podría explicar el por qué tres de cada cuatro ADHD son niños. Cuando los
“muros” externos desaparecen muchos tendrán problemas para establecer “muros”
internos. La psicología tiene, según Madsen, su parte de responsabilidad a la
hora de legitimar la epidemia de la que obtienen beneficios secundarios en
forma de mayor demanda de tratamientos y de fondos de investigación. Mandsen,
quiere una psicología que considere la epidemia de ADHD en correlación con
rasgos sociales tales como el sistema escolar y que emplee sus conocimientos para
advertir de los aspectos negativos de enfatizar la responsabilidad y el
autocontrol en niños.
Eva Illouz cree que
al insistir en que el léxico terapéutico
“despolitiza” problemas que son sociales y colectivos, muchos sociólogos han
dificultado su propia comprensión de porqué las nuevas clases medias y las
mujeres han aprobado de manera entusiasta el discurso terapéutico. Para Illouz,
las ideas más exitosas, como el psicoanálisis, son aquellas que satisfacen tres
condiciones: deben darle sentido a la experiencia social (por ejemplo, a la
rápida transformación económica, la inmigración, el descenso de status); deben
proporcionar una guía para ciertas áreas conflictivas en la conducta social (la
sexualidad, el amor, el éxito económico); deben ser institucionalizadas y
puestas en circulación en el marco de redes sociales. Lo que hacen las ideas
exitosas, y la cultura terapéutica es una de ellas, es que permiten al Yo
integrar fragmentos de su ambiente en narrativas, marcos y metáforas que
“funcionan”. Las referencias en todos los libros a Rogers y Maslow son
constantes así como la auto-realización que para la cultura terapéutica es un
asunto paradójico pues alienta a ello, pero al definir el Yo como vulnerable e
incapaz por sí mismo de alcanzar las metas, esa auto-realización debe hacerse
en compañía de terapeutas.
Tengo la impresión de
que hay en estos libros, y en otros varios sobre el mismo asunto, una Tesis
esperando a que algún psicólogo se atreva con ella si los asuntos
“microscópicos” que según Mandsen, definen hoy a la investigación en
psicología, lo permiten. Creo que se lo agradeceríamos todos.
S.L.C
[1] En The Guardian,
13 marzo del 2033. The Guardian es un
periódico de “izquierdas” y Morrison probablemente comparte esa ideología.
Furedi, supongo, debe ser “conservador” y en su polémica, me temo, que los
sesgos ideológicos no están ausentes, cosa nada fácil de descartar, por otra
parte.
[2] Para entender esta época puede consultarse el
magnífico libro de Ignacio Peyró, Pompa y
Circunstancia, Forcola, 2014. Los libros de Furedi y Dalrymple se entienden
mucho mejor si se han leído las entradas relacionadas con los temas de este
libro de Peyró. Un problema: cuesta 48 euros.
[3] El estoicismo británico no parece estar olvidado
incluso fuera de Inglaterra. Titular del ABC del 13 septiembre: Inglaterra
conmemora el 75 aniversario de los bombardeos diarios que acreditaron el
estoicismo ...
[4] En
Illouz.E. La salvación el alma moderna.
Pag: 217-218.
[5]
Admirable evasions es una frase
tomada de El Rey Lear de Shakespeare.
Astrana Marin traduce “evasións” por subterfugios. El sentido en el libro de
Dalrymple, es el de evasivas o subterfugios, en el sentido de eludir la propia
responsabilidad. La cita de Shakespeare dice así: ¡He aquí la excelente estupidez del mundo; que cuando nos hallamos a
mal con la Fortuna, lo cual acontece con frecuencia por nuestra propia falta,
hacemos culpables de nuestras desgracias al sol, a la luna, y a las estrellas;
como si fuésemos villanos por necesidad, locos por compulsión celeste; pícaros,
ladrones y traidores por el predominio de las esferas; beodos, embusteros y
adúlteros por la obediencia forzosa al influjo planetario y como si siempre que
somos malvados fuese por empeño de la voluntad divina. ¡Admirable subterfugio
del hombre putañero cargar a cuenta de un astro, su caprina condición!.. El
rey Lear. Acto I. Escena II.
[6] Según el psicólogo John Rosemond la elevada
autoestima entre escolares está vinculada con bajo auto-control que puede
conducir a conducta violenta. Citado en Furedi, Op.Cit.
[7] https://www.youtube.com/watch?v=iEPBkWNjNHM. Muy recomendable. Tiene otros muchos, igualmente
recomendables, en castellano y catalán.
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